15 de junio de 2011

Educamos para la Misión

En 1883 la congregación Tabernáculo Evangélico formó su propia sociedad misionera. La Unión Misionera para la evangelización del mundo tuvo un propósito doble “orar y preparar para la proclamación del evangelio en todas las naciones”. Esta sociedad se hizo conocida por el periódico “La Palabra, el Trabajo y el Mundo”, que mensualmente mostraba una visión mundial internacional de las misiones. Este periódico fue fundado un año antes por el Dr. Simpson y fue sucesor de otro llamado “El Evangelio en todas las naciones”.

En este mismo año que el periódico publicó un artículo del Dr. Simpson en el que anunciaba que la iglesia y la sociedad misionera pensaba abrir un Instituto Bíblico en el que jóvenes y señoritas consagrados a Dios se prepararían para salir como obreros a los países sin Cristo.

Este Instituto fue como la continuación o extensión del que ya estaba funcionando desde un año antes en el Tabernáculo Evangélico que instruía a su propia gente. Fue así como el 1º de octubre de 1883 el Instituto Bíblico abrió sus puertas, teniendo un cuerpo estudiantil de entre cuarenta a cincuenta alumnos. El 20 de julio de 1884 graduaron veintisiete estudiantes, de ellos, cinco formaron el primer equipo misionero de la iglesia destinado al Congo (hoy Zaire).


A fines de noviembre de 1884 partieron estos cinco recién graduados al Congo vía Inglaterra. Fue un tormentoso viaje hasta la costa oeste africana, como augurio de lo que vendría. Al desembarcar se encontraron con la fría hostilidad de los comerciantes portugueses que estaban temerosos por lo que el evangelio haría a sus subyugados africanos. Esto, junto con una caminata de ochenta kilómetros y medio hasta una misión bautista junto al río Congo minó el ánimo y al líder del grupo John Condit que cayó víctima de la fiebre. Otros dos continuaron río arriba a Vivi, donde trataron de establecerse, pero no pudo ser. Condit murió y tres de sus desanimados compañeros decidieron vender sus enseres y comprar el pasaje de vuelta a casa. Sólo uno decidió permanecer. La iglesia del pastor Simpson se encargó de sustentar sus gastos. Trabajó con los bautistas hasta 1888. Volvió a Nueva York donde se le brindó una maravillosa bienvenida en la iglesia Tabernáculo y un año más tarde recibió una mayor y más gloriosa bienvenida en el cielo.

Cualquiera que analiza esto puede pensar y ver el gran fracaso que resultó, sin embargo, esto no echó por el suelo la visión misionera del pastor Simpson y su iglesia, todo lo contrario, sirvió como desafío a continuar adelante y aprender de la mala experiencia.

Por lo tanto continuaron con la preparación de líderes, en su Instituto Bíblico, que tenían amor por las almas perdidas.

Entre 1887 y 1890, la Alianza envió diecinueve misioneros mientras que otros que ya estaban sirviendo como misioneros se incorporaron a la misión. En 1887y 1888 salieron dos señoritas hacia la India. También entre 1888 y 1890 otros siete fueron enviados a China. Cuatro misioneros llegaron al Congo en 1888 para volver a intentar donde habían fallecido. En 1889 – 1891 fueron a Japón dos damas, al igual que a Tierra Santa en 1889 y 1890. También siete jóvenes (cinco varones y dos señoritas) partieron hacia Sudán en 1890.

Toda esta gente necesitaba sostén para tener un buen ministerio misionero, fue así que el pastor Simpson repartió, por primera vez en la historia de la Alianza, tarjetas donde venía un compromiso o promesas de fe. El compromiso para la obra misionera era de oración, no de dinero. Fue así como se formó una Alianza de oración que robaga para que las riquezas más gloriosas descendieran del cielo sobre el grupo de misioneros. Junto con este grupo había mucha gente que apoyaba económicamente. Tiempo después, también comenzó a practicarse la promesa de fe con aportes de dinero.

Año a año, al mundo se le iba llevando la Palabra del Señor, por medio de hombres y mujeres que dedicaban sus vidas al servicio misionero, de otros que pasaban horas y horas sobre sus rodillas rogando por quienes estaban lejos de su patria y hogar hablando de Cristo y de otros más que gustosamente entregaban dinero para la labor misionera.

El Señor ha recompensado generosamente a este grupo de pioneros que en su mayoría (creo que todos) están con el Señor. La vida de los que fueron a evangelizar, como los que quedaron apoyando desde Estados Unidos, son ejemplo que nosotros debemos seguir. Pues gracias a este anhelo y arrojo al dejar todo lo que tenían, y a su consagración.

En 1897, el misionero Henry Weiss llegó al puerto de Talcahuano en Chile, con el deseo ferviente de predicar el evangelio. Comenzó con su labor en el sur de nuestro país.

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