10 de diciembre de 2013

“EN LA BÚSQUEDA DE DIOS”

INTRODUCCIÓN
El llamado de “buscar a Dios”, era la prédica de los profetas del AT, como también del más grande de los profetas neotestamentario Jesucristo, en el Sermón de la Montaña.

A.   LA TENDENCIA HUMANA ES ALEJARSE DE DIOS (Is.55.6)

“Busquen al Señor mientras haya oportunidad de encontrarlo; llámenlo mientras esté cerca”  (Isa. 55.6  PDT).
Isaías nos dice que clamemos al Señor mientras esté cerca. Dios no planea apartarse de nosotros, pero a menudo somos nosotros los que nos apartamos o construimos una barrera entre nosotros y nuestro Dios (Is.59.2 “Pero las maldades cometidas por ustedes han levantado una barrera  entre ustedes y Dios;  sus pecados han hecho que él se cubra la cara y que no los quiera oír” DHH). El pueblo de Dios Israel, se alejó mucho de Dios y tuvo que soportar largos períodos disciplinarios para que reaccionara y se vuelva otra vez a Dios, pero eso después de muchos sufrimientos. Tan pronto nos demos cuenta que nos estamos alejando de Dios, reaccionemos y volvámonos a Él. No espere hasta que se haya apartado completamente de Dios para buscarlo. Es probable que más tarde en la vida nos resulte mucho más difícil volvernos a Él. Busque a Dios ahora, mientras pueda, antes de que sea demasiado tarde.

B.   LOS RESPONSABLES DEL ALEJAMIENTO (Jer.10.21)

“Los pastores se han vuelto necios, no buscan al Señor; por eso no han prosperado, y su rebaño anda disperso” (Jer 10.21  NVI).
Jeremías usa la imagen de los nómadas que vagan en el desierto tratando de montar sus tiendas. Los “pastores” a los que se refiere Jeremías eran los líderes religiosos y políticos de la nación (Profetas, sacerdotes y reyes) y el rebaño es el pueblo, la nación israelita. Lamentablemente los “pastores” llegaron a convertirse en los malvados responsables de la calamidad espiritual de la nación. En lugar de que los líderes o pastores guiaran al pueblo, lo llevaron por el rumbo equivocado y contrario a la voluntad de Dios, ellos fueron los responsables para que el pueblo se alejara años luz de su Dios. A modo de ejemplo entre los falsos profetas se cuentan a Hananías, Acab y Sedequías  Jer.28.1-4; 29.21, a quienes la nación oía con agrado, eran los profetas oficiales pagados por el Estado y hablaban “lo que su audiencia quería escuchar”  y no Palabra de Dios, por eso el mensaje de Jeremía era tan impopular porque los llamaba al arrepentimiento, caso contrario serían llevados al cautiverio. Este mensaje era refutado enérgicamente por estos y otros profetas. Los sacerdotes permitían hasta imágenes de deidades paganas en el templo. Jeremías tuvo que combatir fuertemente con los falsos profetas ya mencionados. En una ocasión Jeremía para hacer objetiva su profecía se presentó al pueblo “con un yugo en su cuello” para confirmar de parte del Señor que a causa de no arrepentirse de sus pecados y no volverse al Señor, irían al exilio el cual tendría una duración de 70 años, Hananías le quita el yugo y lo rompe públicamente diciendo:   Así ha dicho Jehová: De esta manera romperé el yugo de Nabucodonosor rey de Babilonia,  del cuello de todas las naciones,  dentro de dos años…” (Jer.27.2; 28.10, 11, 16, 17). Ese día fue realmente un duelo de profetas el verdadero contra el falso; Jeremías le reclama a Hananías que no está hablando en nombre del Señor y como prueba afirma que va a morir dentro de ese mismo año, lo que en efecto ocurrió. Y de Acab y Sedequías  dice el Señor: “Falsamente hablaron en mi nombre palabra que no les mandé…” (Jer.29.23). Como consecuencia de alejarse tanto de Dios, que hasta se volvieron “supersticiosos”; dejaron de confiar en el Dios del Templo y pusieron su fe en el “Templo de Dios” y fueron los profetas que los condujeron a tanta lejanía de su Señor (Jer.7.4). A esa calamidad espiritual, ahora se sumaría el sufrimiento del exilio en Babilonia. Pero en medio de este sufrimiento, Dios tiene palabras de esperanza y de llamamiento; los falsos profetas nada saben de sus propósitos: “Yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”  (Jer 29.11 NVI).   A esta altura los judíos ya “no tenían pensamientos de paz”, sino sólo de “mal” (de desgracias). Dos son las enfermedades morales del hombre: la primera es la vana confianza; la segunda, la desesperación, cuando la primera lo ha desilusionado. Al principio los judíos se reían de las amenazas de Dios, y cuando se produce el exilio estaban confiados en que pronto retornarían Hananías le había asegurado que eso ocurriría antes de dos años; luego, cuando arrojaron de sí aquella confianza, se entregaron a inconsolable desaliento. En medio de esa situación el Señor amorosamente les dice: “Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré encontrar afirma el Señor, y los haré volver del cautiverio. Yo los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares a donde los haya dispersado, y los haré volver al lugar del cual los deporté", afirma el Señor” (Jer.29.12-14 NVI). Ya que los pastores fueron los responsables que las ovejas se dispersaran, Dios mismo se encargaría de buscar a sus ovejas, y además, promete la venida del BUEN PASTOR: "¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan el rebaño de mis praderas!", afirma el Señor. Por eso, así dice el Señor, el Dios de Israel, a los pastores que apacientan a mi pueblo: "Ustedes han dispersado a mis ovejas; las han expulsado y no se han encargado de ellas. Pues bien, yo me encargaré de castigarlos a ustedes por sus malas acciones afirma el Señor. Al resto de mis ovejas yo mismo las reuniré de todos los países adonde las expulsé; y las haré volver a sus pastos, donde crecerán y se multiplicarán. Pondré sobre ellas pastores que las pastorearán, y ya no temerán ni se espantarán, ni faltará ninguna de ellas afirma el Señor. "Vienen días afirma el Señor, en que de la simiente de David haré surgir un vástago justo (Cristo); él reinará con sabiduría en el país, y practicará el derecho y la justicia” (Jer.23.1-4 NVI).

C.   UN NUEVO COMIENZO (Jer.29.13)

“Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón (Jer.29.13 NVI). El término “buscar” del hebreo darásh entre sus distintas acepciones implica: buscar, preguntar, adorar, deseado, escudriñar, indagar, inquirir, mendigar, procurar. La palabra «buscar», junto con la frase «de todo corazón», sugiere un fervor vehemente. «Buscar», sugiere la persecución de un objetivo deseado e implica diligencia en el proceso mismo de la búsqueda. Azarías lleno del Espíritu Santo hace un enfático llamado al rey Asa y al pueblo prometiéndoles que el Señor estará con su pueblo si ellos le «buscan»: “Azarías, hijo de Oded, poseído por el Espíritu de Dios, salió al encuentro de Asá para decirle: "¡Escúchenme tú, Asá, y todos los de Judá y Benjamín! El Señor está con ustedes, si ustedes están con él. Si ustedes lo buscan, lo encontrarán; pero si lo abandonan, él también los abandonará” (2Cro.15.1, 2 DHH). El NT contiene  palabras similares: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra” Gal 6:7. Si Israel fue al exilio, sólo fue la cosecha de lo que sembró. Dios no olvidó a su pueblo, aun cuando estaba cautivo en Babilonia. Planeó darles un nuevo comienzo con un nuevo propósito: convertirlos en nuevas personas. En momentos de profundos problemas, tal vez parezca que Dios se ha olvidado de usted. Pero quizás lo prepara, como lo hizo con su pueblo, para un nuevo comienzo, con Él en el centro de su vida. De acuerdo al plan sabio de Dios, su pueblo iba a tener esperanza y futuro. Por consiguiente, podrían clamar a Él en confianza. A pesar de que los cautivos se encontraban en un lugar y tiempos difíciles, no debían desesperarse porque tenían la presencia de Dios, el privilegio de la nación y la gracia de Dios. Podemos buscar y encontrar a Dios cuando lo buscamos de todo corazón. Tierras extrañas, tristezas, frustración o problemas físicos, no pueden romper esa comunión. Jeremías en su libro de endechas, tiene maravillosas palabras de esperanza y consuelo: “Bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan” (Lam.3.25 NVI).

D.   BUSCAR PRIMERAMENTE EL REINO DE DIOS (Mt.6.33)
“Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mat 6:33 NVI).
Este es el gran resumen del discurso, el así llamado El Sermón del Monte. Estas palabras tienen que ver con el estado correcto del corazón respecto a las cosas celestiales y terrenales, es decir el tema de las prioridades. Las dos expresiones clave de este gran sermón son: “el reino” y “la justicia del reino”, son los dos grandes objetos en cuya búsqueda suprema todas las cosas necesarias para esta vida nos serán añadidas. “El reino de Dios” es el tema primordial del Sermón del Monte; aquel reino que el Dios del cielo está levantando en este mundo caído, el Mesías es su Cabeza y Rey, los integrantes o súbditos del reino ingresan mediante el arrepentimiento. “Su justicia”, tan ampliamente descrita e ilustrada en tramos anteriores del Sermón, se refiere al carácter de los súbditos del reino. El buscarlas “primeramente” es buscarlas antes y por encima de todo lo demás. “Todas estas cosas” que nos serán añadidas si buscamos el reino de Dios y su justicia, son justamente aquellas que el Padre celestial sabe que tenemos necesidad de ellas; es decir, todo lo que necesitamos para la vida presente. Un claro ejemplo de buscar el reino de Dios y su justicia es el de Salomón, quien teniendo el ofrecimiento de Dios que le dijo: “Pídeme lo que quieras”, él no pidió las añadiduras, sino “sabiduría” o el reino de Dios: “Entonces Dios le dijo a Salomón: Ya que has pedido sabiduría y conocimiento para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he hecho rey, y no has pedido riquezas ni bienes ni esplendor, y ni siquiera la muerte de tus enemigos o una vida muy larga, te los otorgo. Pero además voy a darte riquezas, bienes y esplendor, como nunca los tuvieron los reyes que te precedieron ni los tendrán los que habrán de sucederte” (2Cr.1.11, 12). Vale la pena entonces “buscar” el reino de Dios y su justicia. Sin duda el versículo clave del Sermón del Monte es el v. 33. Jesús subraya el principio que sirve para orientar la vida diaria y el servicio del súbdito del reino, la prioridad número uno debe ser el “buscar el reino de Dios”, pero no meramente buscar un reino como sistema, sino al Rey del reino, es decir Cristo Jesús, seguirle y hacer su voluntad con gozo. Esta búsqueda debe ser continua, pues el verbo es imperativo y está en tiempo presente, indicando acción repetida y continua. El verbo en griego (zetéo) implica: “Desear con una pasión, perseguir con celo, procurar de corazón, o buscar con afán”. La búsqueda debe ser concentrada en el reino de Dios. En contraste, los que no pertenecen al reino concentran su búsqueda en las cosas de esta vida (v. 32). Teniendo claro esto, la tarea del creyente después de hacer una lista de todas las prioridades, es necesario decidir cuál es la número uno, y mantener el orden en todas las áreas de su vida. La promesa del Rey “y todas estas cosas os serán añadidas”, es el antídoto para eliminar y evitar la ansiedad. El súbdito puede gozarse en las provisiones abundantes, o soportar provisiones mínimas, pero serán en todo momento suficientes Heb. 13.5; Filip.4.10-13, 19. Tengamos presente  que tanto el sacrificio como la privación y aun la cruz, pertenecen al discipulado. Viene al caso la siguiente fábula:
Se oyó en un huerto una conversación entre dos gorriones, descansando sobre una rama en un árbol alto. Mientras observaban a la gente que caminaba apurada y nerviosa por el huerto, uno dijo al otro:

—Eh, dime, ¿por qué piensas que la gente camina así, nerviosa y preocupada?

El otro le respondió:

—No lo sé con certeza, pero debe ser porque no tienen a un Padre Celestial que los cuida, como nosotros.

CONCLUSIÓN
No olvidemos que la búsqueda de Dios es constante. Recuerde que Dios nos quiere tener siempre bajo su abrigo y su sombra, y Jesús nos desea tener como la gallina junta a sus polluelos bajo sus alas. Cerquita del Señor, siempre es el mejor lugar; era el lugar predilecto de Juan y de María de Betania.



Edgardo Huequelef

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