Una
mirada bíblica a los conflictos familiares
Hablar de conflictos al interior de la familia, es referirnos a un tema
que en la actualidad se está abordando de distintas plataformas. Considero de suma importancia que como
iglesia tratemos el tema, y desde una perspectiva bíblica busquemos contribuir
a nuestra sociedad, y en particular a su pilar básico, la familia.
Cuando vamos a la Biblia, nos encontramos de entrada en sus primeros
capítulos con serios conflictos familiares:
Þ La relación armónica del primer matrimonio
(Adán y Eva) se ve alterada, producto de un conflicto que tiene como origen la
incapacidad de ambos en asumir su responsabilidad en haber fallado a Dios;
ambos se victimizan y culpan al otro de la tragedia.
Þ La relación entre dos hermanos (Caín y Abel)
es dramáticamente afectada por los celos y envidia que se anidan en el corazón
de uno hacia el otro. Caín, con un
corazón contaminado por el odio hacia su hermano Abel, atenta contra él quitándole
la vida.
Seguimos en el relato bíblico, y nos encontramos con muchos casos en
donde está presente el conflicto familiar: Los hermanos Jacob y Esaú, José y
sus hermanos, Elí y sus hijos, Absalón y su padre David, El hijo pródigo y su
hermano mayor, y unos cuantos más.
Los conflictos cada vez son más recurrentes. En todas las familias es frecuente que se viva o se enfrente
en algún momento un tipo de conflicto.
Podríamos decir que en una familia normal, “es normal que sucedan”; Lo
importante es CÓMO ENFRENTARLOS Y RESOLVERLOS. Un conflicto puede transformarse en una OPORTUNIDAD para la
madurez personal y el establecer cambios que son necesarios o beneficiosos.
La Biblia nos declara que todo tipo de conflicto nace del propio
conflicto interno del individuo producto de su naturaleza caída y pecaminosa. “…pues habiendo entre vosotros celos,
contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? (1ª Co.3:3). “¿De dónde vienen las guerras y los
pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en
vuestros miembros?... (Stgo. 4:1).
Muchos conflictos podrían ser evitados, pero dada la condición del corazón del hombre, se abre la
puerta para que estos se instalen en medio de nuestras relaciones.
Un estilo
de vida para evitar los conflictos: (Colosenses 3:12-16)
1.
Vestíos como escogidos
de Dios: El hombre sin Dios se encuentra gobernado por su naturaleza carnal la
cual se caracteriza entre otras cosas por las pasiones desordenadas, los malos
deseos, la avaricia, la ira, el enojo, las palabra deshonestas, las mentiras,
etc. (vs.5, 8, 9). Ahora, el
hombre que ha sido “escogido” por Dios (escogido: nos habla de la salvación por
gracia en Cristo), es llamado a vestirse de un nuevo ropaje.
2.
Vestíos
de entrañable misericordia: O en
otras palabras, profundamente compasivos por los demás.
3.
Vestíos
de benignidad, personas dulces,
fáciles de llevar.
4.
Vestíos
de humildad: Esta comienza con nuestra relación con
Dios y luego con mi prójimo
5.
Vestíos
de mansedumbre: Es fuerza bajo el
control del Espíritu
6.
Vestíos
de paciencia: Es tener tolerancia
para soportar los problemas. Dios
es paciente con nosotros; a pesar de nuestro pecado, El no nos desecha.
7.
Soportar y Perdonar:
“El soportar significaba estar dispuesto a
sufrir por otras personas, pero no en el sentido de buscar que le hagan daño en
forma pasiva, sino que debemos estar listos a sufrir por otros mientras
procuramos ser de ayuda o estamos tratando de enseñarles algo. No es un mandato
para algunos solamente, no hay excepciones. De la mano con esto va el acto
mismo de perdonar; no podemos ayudar a otros si no estamos listos a perdonar” (Comentario M.Hispano)
Como Dios me perdonó, así debo
perdonar a los demás; porque sólo perdonando se puede ser perdonado.
8.
Vestíos de AMOR: El amor no es estático, el amor
es acción, es relacionarse, es hacer.
El amor debe impregnar todas y cada una de nuestras relaciones.
Resolviendo
los conflictos en la familia: COLABORACIÓN
Þ Ser honestos: Reconocer que existe un problema.
Þ Actuar a tiempo: A penas se vislumbra un
problema, enfrentarlo. Esta medida
es la más asertiva pues todos ganan y se evitan las graves heridas provocadas
por los conflictos no resueltos.
Þ Pedir ayuda: Hay problemas que no podemos
resolver solos y necesitaremos del consejo o mediación de un tercero.
Þ Hablar respecto al problema: Lo que más daña o
ahonda el conflicto es el silencio o la incapacidad de diálogo. Como familia tenemos el desafío de
ejercitar y fortalecer el diálogo y la comunicación. En esta parte es necesario ser honestos y en humildad saber
escuchar. Se capaces de expresar lo que sentimos.
Þ Establecer un plan de acción: Identificado el problema que
genera el conflicto, procurar en conjunto soluciones.
Þ Evaluar periódicamente el proceso de
resolución del conflicto, y aplicar ajustes de ser necesarios.
Þ Buscar juntos a Dios (Oración): Él no deja de
estar presente en los conflictos.
Dios nos quiere y nos puede ayudar. Cuando el conflicto ha causado daños, Él puede sanar y
consolar al que sufre y nos puede dar una oportunidad para crecer.
Þ
PERMITIR QUE DIOS
NOS CAMBIE: Con que sólo una de las partes se deje cambiar por Dios, ya hay
nuevas esperanzas de paz y reconciliación.
Las consecuencias de los conflictos no atendidos o no resueltos
generalmente conducen a escenarios muy lamentables: Violencia física emocional
y sicológica, Autoestima dañada, Depresión, Adicciones… etc.
La iglesia, los pastores y ningún creyente deben permanecer
indiferentes o pasivos frente a este tema. Debemos pasar de la REACCIÓN a la PREVENCIÓN. ¿Por qué tener que esperar que los
conflictos estallen para recién hacer algo?
Daniel Bontes M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario