SOY HIJO DE PADRES
SEPARADOS.
Soy hijo de padres
separados, así le dije cierta vez y hace años a una amiga. ¿En serio? me
respondió y agregó “pucha que pena”. ¿Qué pasó? fue su pregunta esperando escuchar
una historia de problemas o crisis familiares. No, respondí, mi papá trabaja en
otra ciudad y llega el fin de semana, soy hijo de padres separados por razones
de trabajo.
El relato puede
parecer gracioso, un recuerdo de otro tiempo; pero cobra un sentido especial
cuando miramos la realidad de la sociedad chilena. Muchos de nuestros niños
están creciendo, actualmente, en ambientes familiares disfuncionales. Algunos
matrimonios se han separado por razones de convivencia, de violencia y
conflictos. Otros están separados por razones de trabajo, de los largos turnos
de faena. Muchos niños están creciendo en familias que están juntas en un
sentido físico; pero separados emocionalmente.
Manuelito es un caso
concreto de esta situación. Sus padres no viven juntos por razones de conflicto
interno. Viven separados y ambos trabajan en distintos lugares. El padre tiene
la custodia del hijo, una situación que encara con el mayor de los anhelos y
deseos. Como padre quiere lo mejor para su hijo y se esfuerza por cuidarlo. La
madre ha tomado otro rumbo, “rehízo su vida” y no tiene contacto efectivo con
el hijo. El padre tiene turno de trabajo 4 X 4 lo que lleva a estar en faena
minera por cuatro días y la siguiente ocasión cuatro noches. ¿Quién tiene el
cuidado efectivo del niño? Manuelito es cuidado por una tía, que lo ama con
todo el corazón. La tía cuida del niño, es quien lo acompaña siempre, quien lo
guía y lo lleva a la iglesia evangélica.
Jorge es otro caso,
otra realidad. Él es de Pucón; pero trabaja en una empresa de servicio a la
minería en turno de 15 días. “Vengo del frío, de la escarcha y voy a enfrentar
los 35 grados de calor en el desierto”, explica. Agrega, “tengo 15 días para
hacer todos los trabajos en la casa, dejar la leña picada, arreglar los techos
y casi en seguida tengo que venirme y ya son varios años en esto”. Jorge tiene
una jornada diaria de 16 horas, arriba de su camión entre María Elena, San
Pedro de Atacama y Tocopilla. Hay que hacer el esfuerzo para cuidar de la
familia y proveer para sus necesidades.
Javiera es una
pequeña niña que vive en medio de una situación especial, muy especial. Todos
los días tiene techo, comida, ropa, hermanos y una escuela donde asistir.
Buenos profesores y buen ambiente; pero tiene un dolor escondido. En su hogar
los papás no se hablan. Cada uno vive su realidad y le transmiten esa actitud.
La mamá la lleva a la iglesia; pero su papá “no está en eso”. El papá llega
todos los días a la casa; pero discute cada día con la esposa. Javi no conversa
con ellos porque no tienen tiempo ni ella deseos de hacerlo después de escuchar
las discusiones.
El común denominador
de los casos presentados es que la problemática no es, únicamente, la
“separación de los matrimonios”. No podemos decir que “hijo de padres
separados” es un problema lejano, extraño, fácil de solucionar o solo algo
circunstancial. Menos podemos decir que es un problema extraño para las
iglesias evangélicas o que se soluciona con disciplina o con la convivencia del
matrimonio en el mismo hogar.
El problema que
debemos enfrentar integralmente y con seriedad, es el futuro de la familia, el
futuro de los niños, el futuro del país. Hay niños que crecen en familias
totalmente disfuncionales; pero que no ingresan como dato duro en las
estadísticas nacionales o en los programas de atención de las iglesias.
Hay niños que viven
una realidad de lejanía de sus padres. Niños que durante años verán a sus
padres cada 15 días. Matrimonios que se encuentran quincenalmente. Niños que
viven con familiares directos; pero que crecen sin la compañía de sus padres.
Menores que soportan la discusión constante, la gotera diaria de la crítica y
menosprecio entre esposos. Matrimonios que soportan la vida diaria, que se
aguantan y subliman la relación comparando con cruces que deben llevar. Hombres
que viven como “casados-solteros” por años, debido al trabajo. Familias que
dicen “hoy es otro día más de caminar, otro fin de mes sin novedad”. Así que
pregunto ¿alguien va a echar de menos a la familia si esta desaparece como
concepto y realidad nacional? Parece que la familia es la que sobra y baila al
son de la economía y la presión cultural. Familia que perdió el rumbo, el
sentido de vida en común.
Hay niños chilenos
que sufrirán su infancia y luego transmitirán esa realidad a su propia
generación. Esposos que transmitirán el concepto de familia que vivieron, que
aprendieron y experimentaron en la etapa de fijación de patrones de conducta.
Habrá un país que tratará de reinventar la familia solo con parámetros legales,
sexuales o económicos y perderá el sentido espiritual-integral de ella.
El país verá, en la
próxima generación, el resultado de matrimonios que soportan la distancia de
los trabajos; pero que no se atreven a mudarse. Algunos para no perder la
independencia que les da la distancia, otro porque no pueden vivir sin su
ambiente cultural. Jorge me contó que son 300 sureños los que trabajan en la
misma empresa, en la misma situación. 300 familias que aprovechan el buen
sueldo, familias que no viven juntos “no podrían vivir sin la lluvia del sur”
reflexionaba Jorge. Niños que son sacrificados, futuro hipotecado por ¿lluvia?
¿Mudarse?, ¿Renunciar? ¿Hablar? ¿Sanar? Son tantas preguntas. Incluso algunas
preguntas que ignoramos como iglesia: ¿piensa la iglesia en el problema?
¿Podremos pensar como iglesia en el bienvivir la familia a pesar de la pérdida
de miembros? ¿Podremos entender la existencia de Chiles dentro de Chile? Pienso
en Mario, el día lunes luego del Encuentro Matrimonial de ALMA. Por años, cada
año, todos los años de su matrimonio había viajado al Salar de Atacama. Ese
lunes manejó llorando hasta llegar ¡quería volver!, ¡quería estar con la
familia! ¿cómo había podido vivir tantos años así, lejos de la experiencia
diaria del matrimonio, de los hijos, de la vida en común?
Juan Roberto Pérez
Blanco
Antofagasta
No hay comentarios:
Publicar un comentario