14 de agosto de 2012


¿TIENE FUTURO LA ESCUELA DOMINICAL?
Tremenda pregunta, triste pregunta, quizás muy cercana a la herejía para algunos; pero es un tópico que se acerca a pasos agigantados. Aunque nos cueste creerlo, pronto tendremos el tema instalado en nuestras asambleas, reuniones de directorio y planificaciones anuales. El tema del artículo no se refiere al ministerio de educación cristiana en la iglesia o la tarea de discipulado en cada congregación, menos aún los  ministerios desarrollados por instituciones de la iglesia local, sino a la trascendencia real e impacto ministerial que puede tener la escuela dominical en los próximos años.
Un poco de historia.
El profesor Hayward Armstrong menciona en su libro: Bases para la Educación Cristiana (Casa Bautista, 1988) que la escuela dominical surgió en un momento histórico en que la educación cristiana y la educación secular comenzaban a separarse. Hasta mediados del siglo XVIII la iglesia había tenido influencia en la educación total, condición que se perdió por diversos motivos. Fruto de la separación fue que la iglesia mantuvo solo el control sobre la educación religiosa de sus miembros, dejando la enseñanza secular de la sociedad en manos del estado.
El concepto de Escuela Dominical rastrea su origen hasta Inglaterra, aproximadamente en el año 1780. Ese año un periodista inglés llamado Robert Raikes comenzó a ofrecer clases dominicales a los niños de la calle. Eran niños que trabajaban en las fábricas, que solo tenían el domingo libre y vivían al borde de la delincuencia. Pronto la idea tomó fuerza y en 1785 se organizó la primera organización que promovía el estudio dominical. Los propósitos originales eran: “Prevenir el vicio, animar la industria y las virtudes, dispersar la obscuridad de la ignorancia, difundir la luz del conocimiento y ayudar al hombre a entender su lugar social en el mundo”. Se deduce de estos propósitos que era una actividad para ilustrar a los pobres y mantenerlos en su nivel social. Desde Inglaterra el movimiento llegó a los Estados Unidos y desde allí a nuestro continente.
La escuela dominical llegó a nuestro país de la mano del movimiento misionero, prácticamente desde que comenzó el trabajo de la Alianza en nuestro país. La razón de este trasplante cultural se debió al hecho de que era el único sistema educacional religioso que conocían. Rápidamente se transformó en un elemento fundamental para nuestra iglesia. La escuela dominical se instaló como un elemento de gran influencia en la formación de la identidad evangélica aliancista en Chile. Los más antiguos de la Alianza recordarán los materiales para adultos preparados cada mes por el misionero Guido Bucher y enviados a cada iglesia. Quizás habrá algún memorioso que recuerde la librería Buenas Nuevas en calle Rodríguez o a la misionera Ruth Shover viajando en tren con las pesadas maletas llenas de materiales.
Una mirada a la realidad.
Hoy la escuela dominical goza de buena salud. Ha vivido buenos años y ha llegado a ser una institución respetable, organizada y seria. Es parte de la iglesia nacional y normalmente tiene presencia en el directorio de la iglesia desde donde puede incluir su actividad en el plan anual de trabajo. Cuenta con materiales y apoyo humano, desde el Departamento Nacional de Educación Cristiana. Todo marcha con normalidad y a un ritmo tranquilo. Las clases y los maestros desarrollan su tarea. Los niños y niñas asisten a sus clases y los maestros preparan su material cada semana con estudio serio y oración constante.
Sin embargo, algo parece que está por suceder. No necesariamente dentro de la iglesia sino dentro del país. Ese país que rodea a la iglesia y con el que en ocasiones tenemos poco diálogo. El diario El Mercurio, (C-5) publica en su edición del 11 de julio, una nota que recoge una declaración del ministro de educación Harald Beyer. El ministro dijo: “Por baja natalidad, la matrícula escolar caerá en 300 mil niños al 2020”.  La nota analiza la disminución de alumnos que hay en Chile.
El Mercurio hace notar que este año hay 3 millones 527 mil niños en el sistema escolar chileno, un 3,1% menos que en el 2011. Para el ministerio de educación chileno una de las razones de esto es la baja en la tasa de fertilidad que experimenta nuestro país. Desde el año 2011 hemos sufrido una disminución de 1,3% en la matrícula nacional. Hay 47.800 alumnos menos en el sistema. Si la tendencia continúa así, la consecuencia será que para el 2020 habrá más establecimientos de los necesarios. Debido a que la tasa de fertilidad chilena es 1,9 niño por mujer, la más baja en nuestro continente, para el año 2050 la población chilena pasará de 17 millones a 20 millones. En ese período nuestros vecinos crecerán más. Perú crecerá de 29 a 39 millones, Bolivia de 10 a 17 millones y Argentina de 40 millones a 57 millones.
¿Influirá esta realidad en la iglesia?
Algunas iglesias de la Alianza Cristiana y Misionera ya se han dado cuenta de la disminución en la población infantil. A pesar de sus esfuerzos han descubierto que están ubicadas en barrios, poblaciones y sectores en los que no hay niños. Sus escuelas dominicales están formadas solo por los hijos de los miembros y asistentes a la iglesia. Otras iglesias tienen una buena asistencia y miran estos datos con cierta sospecha y duda, quizás sin ver el origen de la matrícula (el mismo que en el caso anterior). Sólo se sostienen por un mayor número de miembros. Lo que sucede es que en ocasiones, cuando los datos contradicen nuestra creencia intentamos obviarlos. El error es ver a la escuela dominical como institución y tender a defenderla sin analizar la futura relevancia de ella. Hacer algo así sería un error metodológico grave, sobre todo porque estamos hablando de cambios nacionales en un período de tiempo menor a 10 años. Debemos considerar como va a influir en la escuela dominical la decreciente tasa de fertilidad nacional además del stress al que se somete al estudiante chileno con una gran carga de actividades semanales.
¿Tiene futuro la Escuela Dominical?
Esta pregunta es totalmente válida, porque no pone en duda la existencia de la institución, sino su relevancia cultural y su estructura ministerial. La pregunta no es: ¿existirá la escuela dominical?, sino ¿cómo será su funcionamiento? ¿Podrá reinventarse o ya se ha estructurado demasiado?
La escuela dominical tiene futuro; pero su futuro va a estar asociado íntimamente, al futuro del país. En los próximos años la población chilena va a seguir creciendo; pero a expensas de la inmigración. Pronto los niños de nuestras escuelas dominicales serán hijos de los inmigrantes. Eso nos lleva a desafiar a la iglesia a mirar el problema de la inmigración como oportunidad y no como amenaza a la nacionalidad.
La escuela dominical tiene futuro; pero su futuro va a estar en relación con la permanencia de la familia y el ropaje que esta tome en los próximos años. La iglesia va a tener que trabajar con familias no tradicionales y considerar que los niños que asistan no vendrán de familias del siglo XX, sino que de hogares constituidos bajo otro marco social.
La escuela dominical tiene futuro; pero un futuro que dependerá de la existencia del matrimonio como opción de vida y la maternidad como rol de género. Mientras no haya una voz cristiana clara que enaltezca a la mujer como creación de Dios con una dignidad propia de su femineidad, vamos a seguir escuchando (y muchas veces creyendo) el mensaje de un feminismo de competividad que busca negar la diferencia y transformar a la mujer en hombre. Ese menosprecio de la mujer está en el corazón de la crisis de natalidad de este país. Si la iglesia no enfrenta el problema del matrimonio, verá lentamente alejarse las opciones de ser una voz trascendente para el país del siglo XXI.

No hay comentarios: