Cuántas veces hemos escuchado o leído
acerca de buscar a Dios. Cuántas veces desde un púlpito se nos ha invitado a
hacerlo. De seguro muchas veces. Y qué decir de los motivos por el cuales hemos
buscado a Dios, pueden ser también muchos y muy variados y cada uno de esos
motivos muy justificados en cada una de nuestras mentes.
·
Muchos
buscan a Dios porque atraviesan por algún problema imposible de resolver y
esperan que Dios haga algo. Haga lo que ellos esperan.
·
Algunos
lo buscan para ser mejor usados por Él. Para “tener más de Él”.
·
Hay
quienes buscan a Dios para “sentirlo”, para vivir una experiencia mística que
“llene” sus vidas.
·
Otros
son más generosos en su búsqueda y lo hacen con la finalidad de que sus ministerios
o iglesias crezcan en números.
Pero lo realmente importante y que
llega a ser lo medular de buscar a Dios y que define nuestra búsqueda de Él, es
que “DIOS NOS HA BUSCADO PRIMERO”. Sí, Dios nos ha buscado primero. Cabe la
pregunta entonces: ¿Para qué nos ha buscado Dios? ¿Será acaso para darnos la
vida que queremos? ¿Para cumplir nuestros sueños? ¿Para hacer nuestro nombre
famoso? La respuesta a la pregunta: ¿Para qué nos ha buscado Dios?, determinará
para qué le buscamos nosotros. Veamos tres hombres que buscaron a Dios y
entendamos lo que definía esa búsqueda.
EL ANCIANO
TARTAMUDO: Antes
de que Moisés buscara a Dios, Dios buscó a Moisés, saliendo a su encuentro en
medio de una zarza envuelta en llamas de fuego. Tuvo un encuentro con el Dios
de sus Padres, El Dios de toda la historia humana. El que ha visto y ha oído el
clamor de su pueblo, el Dios que desciende para salvarlos. Es el Yo Soy, “cuyo nombre es para siempre, con el que se
le recordará en todos los siglos” (Ex.
3. 14, 15) Dios busca a Moisés y le muestra su gloria. Se glorifica frente
al Faraón en un despliegue de poder al sacar al pueblo hebreo de Egipto (Ex. 14:17) Mostró su gloria en la
columna de fuego y nube. Formó un pueblo para sí para mostrar su gloria a
través de ellos. Luego de que Moisés buscara a Dios y bajara del monte, reflejó
con su rostro como si éste fuera un espejo, la Gloria de Dios. La vida entera
de Moisés fue una búsqueda de Dios, con un único fin, dar un paso al lado,
dejar que Dios actuara a través de su vida, que la gloria del Señor fuera
manifestada a través de sus cansado ojos y su torpe hablar.
EL JOVEN PASTOR
DE OVEJAS:
Dos de los Salmos que muestran la apasionada búsqueda de Dios por parte de
David son el Salmo 84. 2- 4
“¡Anhela
mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová! ¡Mi corazón y mi carne
cantan al Dios vivo! Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido
para sí, donde poner sus polluelos, cerca de tus altares, Jehová de los
ejércitos, Rey mío y Dios mío.
Y el Salmo 63. 1, 2
“¡Bienaventurados
los que habitan en tu Casa. ¡Dios, Dios
mío eres tú! ¡De madrugada te buscaré! Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no hay aguas”
La búsqueda de David era permanente. No
estaba confinada únicamente a un lugar determinado o a una hora determinada. Él
buscaba y reconocía la gloria de Dios en su creación (Salmo 19), en su Ley (Salmo
119), en la victoria que tomaba sobre sus enemigos, (Salmo 8), en su misericordia
(Salmo 36) o en la rectitud de sus juicios. Conocer a este Dios de gloria
le hacía buscar más y más de Él. Estaba maravillado, absorto al contemplar la gloria
del Señor. Buscó a Dios siendo un joven armado con una onda y piedras, un
simple pastor de ovejas y el resultado de esa búsqueda fue un corazón
transformado, un hombre conforme al corazón de Dios que trajo gloria al nombre
del Señor.
EL CARPINTERO DE UNA PEQUEÑA ALDEA: Jesús de Nazaret buscó permanentemente
a Dios Padre en cada movimiento que hacía, en dependencia, para hacer la
voluntad del que lo envió:
“De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer
nada por sí mismo, sino lo que ve hacer
al Padre. Todo lo que el Padre
hace, también lo hace el Hijo
igualmente,”
Buscaba al Padre para glorificarle:
"Yo te he
glorificado en la tierra;
he acabado la obra que me diste que hiciera.” Juan 17.
4
Lo buscó en la
intimidad y gloria de un monte (de la transfiguración) o en la amargura y
soledad de un huerto (Getsemaní):
"Padre,
si quieres, pasa de mí esta copa;
pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya". Lucas 22. 42
Jesús buscaba permanentemente al Padre
y sometía su corazón para glorificarle. En la cruz, vemos a Jesús buscando
nuevamente el rostro del Dios, sin embargo la respuesta fue silencio, abandono:
“¡¡¡Padre porque me has desamparado!!!” Exclamó. Pero el rechazo a esa búsqueda
fue necesario para que nosotros pudiéramos hoy buscar el rostro del Padre y hallar
amor, misericordia, perdón y justicia de Dios.
En estos hombres hay varias cosas en
común que pueden llevarnos a entender y vivir una vida de genuina búsqueda de
Dios:
1.
No
hay hombre ni mujer en la Biblia que haya buscado genuinamente a Dios, sin
primero ser buscado por Dios. Sin haber tenido un encuentro previo con el
Señor. Cada vez que nos encontramos en la Biblia con un hombre que dispuso su corazón
para buscar a Dios, fue en respuesta a la irresistible y asombrosa Gloria de
Dios, reflejada en su amor, santidad, justicia o misericordia. Dios les
manifestó su gloria para que ella fuera
el motivo por cual lo buscaran en medio de la crisis, el dolor, o la ardua
tarea que tenían por delante.
2.
Ellos
seguían de cerca a Dios, con la firme determinación de encontrarlo. Era una
búsqueda dura y persistente que los llevaba a someterse a la voluntad de Dios.
3.
No
buscaron a Dios solamente en un espacio y tiempo determinado de sus vidas.
Aunque la búsqueda fue gatillada por alguna situación en particular en la que
Dios habría de glorificarse y pudo la búsqueda estar confinada en un momento al
lugar de oración: el templo, un huerto, un culto o la habitación, llegó a ser
una actitud de vida.
Sólo la búsqueda de aquel que pone a
Dios en el centro de ella, entendiendo que primero Dios le ha buscado, llega a
ser una búsqueda que espera la gloria de Dios y no la propia. Ya no es una búsqueda interesada y centrada
en que Dios resuelva el problema, sino en que Dios se glorifique en medio del
mismo; una búsqueda que no pretende llegar a ser un mero momento emocional,
sino una vida rendida continuamente; una búsqueda que no procura el logro
numérico de la iglesia, sino que almas conozcan a Cristo para la gloria de
Dios.
Por el ejemplo de estos hombres y de
muchos otros que buscaron a Dios, dejemos toda motivación egoísta, personal,
centrada en nosotros mismos al momento de buscar a Dios. Ten en cuenta que
antes de que buscaras a Dios, Dios te buscó a ti, no importando lo que hiciste,
te mostró su gloria por medio de su amor, misericordia, perdón y justicia.
Asumiendo la misma condición tuya, un
ser humano, tomó sobre sí tu dolor y miseria producto del pecado. En la cruz te
buscó, en la cruz nos encontramos con Él. Por lo tanto cuando hoy buscamos a
Dios lo hacemos, no para nuestra gloria, sino para vivir y mostrar la gloria de
la cruz.
“Pero lejos esté de mí
gloriarme, sino en la cruz de nuestro
Señor Jesucristo, por quien el
mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo”, Gal. 6:14
Rudy Jara
Pastor 2ª Iglesia ACyM Talca
10 comentarios:
Poderosas palabras la gloria sea para Dios
Es de gran bendición para mi vida
Maravilloso mensaje, de gran bendición
Esa palabra no te lo reveló ni carne fue el espíritu Santo que la gloria sea de Dios Dios te bendiga siervo de Dios
Dulce a mi paladar,siempre sera
Excelente meditacion amen
Bendiciones Siervo toda la gloria sea para nuestro Dios, solo somos instrumentos en las manos de aquel que lo puede hacer todo y que lo llena todo
DIOS ES UNA MIERD4, VIVA WILLYREX!!!!!!!!!!!!
La palabra de Dios nunca regresa vacía, es necesario sembrar esa semilla de fe y esperanza y ella dará su fruto en su tiempo.
Buenísimo me ha servido mucho
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